David S. Mordoh
Rock Espezial nº 37, septiembre de 1984, pp. 44-45
Cuando salta la noticia de la inminente visita de señor Frank Zappa a nuestro país, una mueca de sorpresa desdibuja mi cara y lo primero que me pasa por la mente es que hay que descubrirse. Pero no ante el tal Zappa, no, sino ante los responsables de esta mini gira. Un sombrerazo pues para quien, sabiendo lo que se juega, se ha mojado en este asunto. Si yo fuera promotor, lo primero que me preguntaría es: ¿hay alguien entre los presentes que conozca a Frank Zappa? Y si por pura casualidad unos cuántos se acuerdan de él, ¿les sigue interesando? ¿queda en toda la galaxia cinco o seis mil seres capaces de llenar un concierto de Francesco Vicente Zappa? Esos son las primeras incógnitas a despejar por los dirigentes del show biz, pero hay muchas, muchísimas preguntas más retumbando en mi cabeza sin encontrar las respuestas. Tal vez después de sus conciertos, con datos sobre el contenido musical, la afluencia de público y la reacción de éste, podamos realmente calibrar entre todos desde una perspectiva algo más nítida lo que es y con toda probabilidad será más nítida lo que es y con toda probabilidad será este personaje dentro del rock. Hasta entonces nos conformaremos con intentar analizar lo que fue. Porque aunque muchos no lo crean, Frank Zappa hasta hace poco era una rock-star, era el gran Frankie, el auténtico, el que de verdad un día se fue a Hollywood...
FRANKIE SAY I LOVE MOTHERS
Delimitar su trayectoria a lo estrictamente musical, a pesar de ser una opción tan lícita como la que más, no es lo que se dice justa. Frank, excelente guitarrista donde los haya, hábil, espectacular e innovador, sin embargo fue algo más que eso en la subcultura rock de hace quince años. En unos tiempos plagados de buenos deseos, se convirtió en juez del combate entre el movimiento californiano y el sistema, en ese personaje carismático que todas las historias se encargan de crear con la misión de satirizar lo que se le ponga por delante: no por tomar parte en uno de los bandos dejó de ver las propias lagunas. No obstante cuando las contradicciones comenzaban a presionarle ideológicamente, cogía la guitarra y se descolgaba con algún maravilloso trabajo instrumental. Por dicha razón las diferentes etapas de su obra quedan bastante bien delimitadas.
La primera corresponde a su explosiva irrupción en el mercado junto a The Mothers of Invention allá por 1966 con «Freak out» hasta el cambio de década, plagada de discos conflictivos de vital importancia a la hora de realizar un estudio sociológico de los hippies versus USA. Humor duro, desmitificación del sexo y de las drogas, puyas contra los culpables del inmovilismo de la sociedad norteamericana y mucho desmadre. Es el poder autosuficiente de quien se sabe amparado por una constitución sólida y que, viendo las pocas libertades reales de la gran masa, está dispuesto a apurar todas sus posibilidades. Las declaraciones públicas de Frank acaban siempre en show, está luchando en todos los frentes posibles —genial el póster cagando— aunque poco a poco se va dando cuenta de que esto un día, tal vez muy pronto, pueda acabarse.
Deja pues desde 1968 —con «Lumpy Gravy»— las puertas abiertas a la vertiente instrumental de su carrera, a la que un par de años más adelante se convertiría en la segunda etapa, la de los solos de guitarra —con wah wah a menudo— vertiginosos, inauditos y geniales de «Hot Rats», disco instrumental en casi su totalidad y tal vez la clave del culto Zappa en la península, en el que demuestra que sabe hacer algo más que payasadas apoyado en su mano derecha —entonces Iand Underwood— y en un plantel de músicos increíbles —Captain Beefheart, John Guerin, Max Bennet, Jean Luc Ponty y Sugarcane Harris— como siempre ha sido norma habitual en él. Ya apenas cuenta con los Mothers, es el Frank Zappa músico con destellos —mayores o menores según el disco— de un inquebrantable buen humor para adornar su papilla free jazz/free rock de «Chunga's Revenge», «200 Motels», «Grand Wazzoo», y «Waka-Jawaka».
La tercera etapa arranca en 1973 tras su asociación con DiscReet y viene marcada por el intento de comercialización de su música a todos los niveles, tanto por la promoción de mamá Warners —incluso se editan con poca puntualidad y mucha censura en España— como por algunas (no tantas como se dice) concesiones musicales. La cosa es que «Apostrophe», disco plagado de músicos celebérrimos, escala posiciones en las listas de LPs de USA. En otoño de 1974 por fin el gran Zappa se digna a incluir España en su gira europea deleitándonos con uno de los mejores espectáculos —más a nivel humano que por derroches escénicos— jamás con contemplado por los aficionados españoles, mezcla de genialidades —la parodia guru de McLaughlin y Santana— y espectación ante una formación nueva y maravillosa basada en Chester Thompson y George Duke. Todo un acontecimiento aquella visita del maestro aunque no fuese en su mejor momento, poco importaba, hace poco hemos visto al Dylan de la cuesta abajo y no podemos decir que haya defraudado.
El caso es que el periodo DiscReet un buen día se da por finalizado —con bastantes divergencias contractuales— después de una progresiva abulia musical, y finaliza nada más y nada menos que con la incorporación del polémico bigotudo al catálogo CBS, que de entrada cañonea con un doble LP mezcla de virtuosismo musical («Yo' Mama») y paridas típicas («Bobby Brown» y «Jewish princess»). Muchos LPs han constituido esta cuarta y última etapa, pero a tan prolífico balance no le ha correspondido la calidad deseada y poco a poco su nombre ha ido perdiendo valor hasta ser considerado hoy día poco menos que un veterano cínico fuera de órbita. Tal como han ido evolucionando los gustos de las masas jóvenes, a este paso no tardará mucho en ser borrado del mapa un valioso músico como él. La visita pues merece arribar en un momento calve de su carrera.
FRANKIE SAY I DON'T LIKE MADRES
¿Cuáles han sido los factores capaces de alterar este status mítico disfrutando por Zappa durante toda la pasada década? El primer lugar el punk, que sacudió sin contemplaciones y por igual a todos los nombres ilustres plácidamente apalancados en su trono. Uno a uno fueron sufriendo en el mercado el castigo de los intrusos del imperdible, y sólo se mantuvieron quienes pudieron demostrar con pruebas que aún tenían algo que decir. Los demás sucumbieron en un período de tres años salvo unos cuantos casos aislados a los que las nuevas generaciones —por su carisma o hazañas pasadas— les siguen poniendo a prueba.
Y es el caso de Zappa. Nadie, ni el más acérrimo cortador de cabelleras hippies puede cerrar los ojos o taparse los oídos cuando le llegan anécdotas —casi batallitas contadas por su hermano mayor ya senil— del Frank Zappa insurgente, provocados, subversivo, del Zappa en el papel ficticio de obseso sexual o del Zappa máquina-de-fabricar-blasfemias. Todo lo que hizo Johnny Rotten durante un año lo estuvo haciendo Zappa durante muchos, tantos ya que la gente se acostumbró. Ríete de King Kurt, ¿por qué no acudes a los Mothers? Ellos te ofrecían más animaladas y menos montaje. Diez años antes de que apareciese el punk famoso, el punk fruto de la depresión, hubo otro punk de consignas mucho más positivas pero que, como ahora queda englobado en una etapa histórica al parecer despreciable, no encuentra gentes con ganas de redimirlo. No obstante, y ése es un dato a tener en cuenta a la hora de valorar si ir o no ir al concierto, tampoco se encuentra fácilmente a alguien capaz de decirte sin miramientos que Frank Zappa es una mierda.
Después del punk las siguientes movidas tampoco han resultado precisamente alidados del otrora famoso guitarrista. El boom de los sintetizadores casi consiguió hundir a las guitarras mientras empezaba la era del orden, del ritmo mecánico, del look alemán. Ante tanta pulcritud y buenos modales poco puede hacer quien tiene su fuerte en frases mal sonantes, es más, se procura dejarlo a los ojos del consumidor como un tipo de mal gusto que no ha superado las historias de maricas —con la iglesia del tecno hemos topado— y guarras. Es muy triste admitir que somos piezas de un montaje con cambios de valores constantes pero es así, lo que se lleva hoy tal vez maña esté casi fuera de la ley, el mismo Zappa fue un elemento activo de cambio de su época. No hay entonces por qué extrañarse si ahora se queda en la cuneta.
Sin embargo las cosas pueden ser verdad y no ser exactamente así. El que la vertiente ideológica de Zappa apenas se cotice en la bolsa moderna puede afectar a una serie de gente más preocupada en apuntarse a la última que en seguir un olfato musical sin prejuicios. A quien no debe inmutar empero es al aficionado a la música en general —que de ésos también puede haber en buen puñado— simpatizantes de un trabajo instrumental fuera de serie. Cuando llega la hora de buscar una buena guitarra solista versátil e inquieta, la cosa se pone difícil puesto que en la actualidad son pocos los músicos con una educación dirigida a estudiar su instrumento, sino que más bien prefieren adaptarse a la construcción de las canciones. Y aunque falten en la actualidad buenos guitarristas, es innegable que la guitarra sigue siendo el primer símbolo del rock por muchos que sean los ultrajes que haya sufrido, como lo demuestra el que en estos precisos instantes un buen número de grupos —Echo & The Bunnymen y el solo de «My Kingdom» por ejemplo— vuelvan a tomar conciencia de esto. ¿No sería lógico pues darle una oportunidad a uno de los hombres que han hecho más por crear este símbolo?
FRANKIE SAY RELAX IN SPAIN
Yo siempre le he tenido mucho respeto al Zappa músico. En su primer concierto por estos lares tragamos un sinfín de chorradas —es Zappa al fin y al cabo— pero era un magnífico espectáculo cada vez que se cuadraba callado a un par de metros del micro y nos deleitaba con un solo. Lástima que lo hiciese en tan contadas ocasiones. Por eso mismo, de toda su morrella discográfica de los pasados cinco años, hay un álbum en especial que me sigue fascinando, un triple difícil de digerir —«Shut up 'n play yer guitar»— enterito a base de solos de guitarra, un trabajo que a pesar de resultar una inaguantable paliza a veces, puede llegar a fascinar si eliges escucharlo en el momento adecuado.
Bien, pues una nueva visita suya está al caer. Hasta el momento las fechas conocidas son el 19 de septiembre en Barcelona y el 20 en San Sebastián. Aconsejar la comparecencia o no a estos conciertos no es tarea nuestra, allá cada cual con sus gustos y sus manías. A mí particularmente me preocupa más el posible contenido con el que me voy a encontrar. Si él se lo plantea de instrumental no hay problema alguno, mejor que cualquier concierto de jazz-rock. Sin embargo si como me temo —¿no es Zappa al fin y al cabo?— hace el sempiterno número, los resultados cabe considerarlos imprevisible. Straight from Hollywood, Frankie comes to Spain. Again.
Gracias a Javier Marcote por el artículo
donlope@gmail.com