por Ángel Casas
Vibraciones, nº 1, octubre de 1974
"...No hay en el mundo mayor responsabilidad que la de ser Madre"
RICHARD MILHOUSE NIXON
"Gracias"
FRANK VINCENT ZAPPA
Una extensa discografía recoge el trabajo del grupo más marginal de los USA, Mothers of Invention (Las Madres de la Invención) y de su líder Frank Zappa. Una lista de nombres atestiguan la constante evolución de las ideas y el tratamiento musical de Zappa. Muchos, realmente, se han vestido de Madres a lo largo de los nueve años de existencia del equipo. Entre ellos cabe citar a Roy Estrada (traspasado luego al grupo del Captain Beefheart), a Henry Vestine (alineado en el Canned Heat que vimos en España), James Guercio (productor de Chicago y Blood, Sweat and Tears), Jim Fielder (bajista de este último conjunto de jazz-rock), Billy Mundi, Ian Underwood y su mujer Ruth, Ray Collins, Jimmy Carl Black, Don Preston, Bunk Gardner, Steve Mann, Jean Luc Ponty, etcétera.
Desde su salida al mundo del espectáculo, Las Madres han constituido la formación más insólita y provocadora del pop y el rock. Debido a la inquietud constante de su líder, es imposible clasificar su música en una u otra tendencia. Demasiados géneros y muy distintas influencias contribuyen a dejar el campo libre para la inagotable inspiración de Zappa y sus músicos.
Irónicos, excéntricos, indecorosos, su trabajo ha constituido el más fuerte seísmo producido en la radio y televisión de su país, quienes todavía les dejan sus espacios con cuentagotas, como el zoológico que exhibe de tarde en tarde a una de sus capturas más peligrosas y desagradables: ¡Señoras y señores, he aquí a las "Madres" más feroces, ponzoñosas, indecentes y masculinas del mundo!
Del sesenta y cinco —fecha de la aparición de Zappa and The Mothers— hasta el 67 las grabaciones del grupo tuvieron más bien poca resonancia. Se trataba de los álbumes "Freak out" y "Absolutely free". Pero fue en este año, con la aparición del long play "We're only in it for the money" ("Estamos aquí únicamente por el dinero"), réplica directa del álbum beatletiano "Sargent Peppers", cuando el nombre del líder y su grupo comenzó a sonar con amenaza terrorífica para el establishment, para el amor convencional y burgués y para lo que él ha denominado "plastic people" (gente de plástico). Y un póster en el que se veía a Zappa sentado en un retrete con los pantalones bajados —extraído de una foto publicada en el "International Times"— hizo popular su imagen en todo el mundo.
Zappa se convirtió desde aquel momento en la cab3za visible de la contestación rockera —una contestación extremadamente irónica— aunque posiblemente menos radicalizada desde un punto de vista político que la perseguida por los Fugs o MC 5. Zappa es indudablemente mucho más táctico, se deja envolver en el juego del show-biz lo suficiente para utilizarlo, aunque no comparta ideológicamente su sistema. Quizá por ello los músicos alemanes de izquierda le manifestaron su descontento cuando en 1968 dio una gira por aquel país. En una de aquellas actuaciones se podía leer en una pancarta: "Mothers of Reaction".
Sin embargo, la gente de orden americana, odia a Frank Zappa con todas su fuerzas. Él ha sabido ponerles el dedo en la llaga y provocarles un mayor escozor en la herida. Su canción "Brown shoes don't make it", que provocó una general indignación entre los bienpensantes, explica la carrera de un funcionario público americano. Sobre ella Zappa dice que "está dedicada a la gente que compone nuestro gobierno en los USA. Esa gente desdichada que fabrica unas leyes imposibles que nos impiden vivir a nuestro aire, sin darse cuenta que muy probablemente estas disposiciones no son más que el fruto de su frustración sexual." En la canción, Zappa habla de la muchacha que se presta a los juegos eróticos con el funcionario. Una muchacha de apenas trece años que quizás pueda ser su propia hija.
Después de nueve años de "maternidades", después de sentarse en el retrete, después de realizar el film "200 motels", después de partirse una pierna sobre el escenario, Frank Zappa vuelve a Europa. Sobre la estructura de los viejos Mothers ha levantado otros nuevos conservando a Ruth Underwood en las percusiones y a Tom Fowler en el bajo eléctrico, y añadiendo a George Duke en los teclados, Chester Thompson en la batería y Lipoleon Murphy tocando la flauta, el saxo y cantando. La gira que comenzó en Roma la noche del seis de septiembre, en el Palacio de los Deportes, finalizará en Barcelona el cuatro de octubre, en el Pabellón deportivo del Juventud de Badalona. El itinerario incluirá Italia, Austria, Alemania, Suecia, Noruega, Dinamarca, Inglaterra, Francia, Holanda, Bélgica y España.
El avión aterriza en el aeropuerto de Fiumiccino. El ejército está en todas partes. Soldados con uniforme paracaidista mantienen la ametralladora a media altura. Un taxi me traslada hasta el hotel donde Zappa se hospeda (Ambassatore, Via Veneto). Es la tarde del viernes día seis y hay bastante tráfico. El taxista tiene la radio puesta y sorprendentemente suena una canción de Zappa, "Camarillo brillo". Tras ella una voz italiana entrevista al cantautor americano tan "terrible". Hablan del concierto de la noche, que empezará a las nueve. El taxista cambia de emisora y le pido que espere un rato. Hay poquitos carteles que anuncian el show durante el trayecto, y leo un pequeño anuncio en el periódico.
En el hotel me espera el promotor sueco que ha organizado la gira europea. Ningún problema, afirma. Habrá concierto y habrá tiempo para la entrevista. Recoge a tres chicas —una de ellas es la mujer del mánager de Zappa—, que en modo alguno tienen aspecto de groupies, y nos vamos en otro taxi al Palacio de los Deportes. Se está ensayando, me explican.
Al llegar —deben ser ya las seis— hay bastante gente joven comiendo bocadillos y helados junto a las puertas y esperando la hora en que éstas se abran. El mánager de Zappa —esta cara me suena— anda preocupado porque se les ha fundido uno de los equipos. De hecho la general preocupación de todos es por el concierto de la noche dado que constituye la primera experiencia de la gira.
Caben dieciséis mil personas en el recinto, se me cuenta, pero con no sé cual concierto apretaron hasta veintiuna mil. Cruzo una puerta de acceso. Los dieciséis mil asientos están lógicamente vacíos. Dos cámaras de televisión recogen unos planos del ensayo. Hay algunos fotógrafos y un enorme trajín entre los técnicos.
Zappa está a la derecha del escenario. Con el pelo recogido. Fumando sin impaciencia. Tiene la guitarra entre sus manos y espera que el equipo de sonorización le dé la señal. El resto de músicos bromean esperando.
Se ensayan dos piezas. Algunos de los contados espectadores aplauden. Sigo hurgando en mi memoria buscando la ficha técnica del rostro del mánager: bajito, fuerte, regordete, con un negrísimo pelo ensortijado y una perfilada barba.
Parece que los problemas se han solucionado y que el ensayo ha transcurrido con tranquilidad. Salimos todos fuera (los mánagers, los músicos, los técnicos, un colega francés de "Rock and Folk" y yo). Zappa desata sus nervios paseando arriba y abajo del jardín, junto a la verja. Está callado. Herméticamente callado. Sólo pasea.
Tardan un poco los automóviles que nos habrán de llevar hasta un restaurante cercano. Queda una hora y media para regresar al local y el camarero nos cuenta que en una hora y media no es posible cenar. Que tendremos que ponernos de acuerdo para comer todos lo mismo: spaghetii y un bistec con patatas. Nos hemos repartido en mesas pequeñas: Zappa está a mi derecha. Bebe vino y fuma sin parar. Le ofrezco un cigarrillo. Lo acepta. Le aviso de que se trata de tabaco negro. Insiste en que sí, allá él. Ingiere la primera bocanada de humo y se pone a toser. Se habla poco. Los camareros tardarán más de una hora en servirnos y Zappa evidenciará todos los nervios que hasta aquel momento ha procurado retener. Volverá a pasearse arriba y abajo del restaurante. Bromeará con los músicos.
Se acaba el pan, el vino y la mantequilla. Y cuando llegan los spaghetti les coge a todos cantando el "Arrivederci Roma" dirigidos por Zappa.
Deben de ser las nueve y cuarto cuando Zappa y sus Madres suben sobre el escenario. El público es ruidoso y está poco concentrado. Cada cual vive su rollo. No está lleno aunque se ve una notabilísima entrada. Más adelante, al encender las luces tras el concierto la entrada rozará el "completo", pero me contarán que hay un alto porcentaje de "colados". Me sigue obsesionando el rostro del mánager con el que me cruzo a cada momento, ¿dónde habré visto antes esta cara?
El espectáculo de Zappa and Mothers es intencionadísimamente "kitch". Partiendo de una base musical extraordinaria y supervariada desarrolla la puesta en escena a base de los tópicos del show americano. A base de esto que aquí traduciríamos como "lo dedico al público que tanto me quiere y al que yo tanto quiero".
Lipoleon Murphy, voz y viento, caricaturiza constantemente todos los trucos de los cantantes negros. Baila, se contorsiona, canta, mueve las manos cual negrito simpático. Zappa, Murphy y el bajista, en un momento dado, marcan los mismos pasos como si de Los Mismos se trataran. Ruth Underwood, atareada con sus marimbas, vibráfonos y percusiones, se suma a la caricatura redoblando sus baquetas sobre el trasero de Murphy, cual erótico tambor. Todo es intencionado, corrosivo, pendenciero y bravucón. Los mismos músicos con Zappa al frente se divierten ellos solos improvisando textos —añadiendo "morcillas"— ante un público que no ríe el cachondeo ni una sola vez porque no comprende el inglés. Aunque, eso sí, aplaude la estupenda música que se les suministra.
En la cumbre del "kitch" The Mothers concluyen su concierto —vuelve a pasar la barba negra y rizada del mánager y vuelvo a rebuscar en mi memoria deficiente— cantando en plan vocalista "Arrivederci Roma", que el público corea.
Alguien me preguntará más tarde si hay alguna canción que signifique lo mismo sobre Barcelona. Tras los aplausos sale Zappa y toca veinte minutos más.
Junto al túnel de acceso al escenario hay un grupo de chicos cuya única preocupación durante el concierto ha sido tirar globos sobre los músicos y ahora que los músicos descienden, al grito de "tía buena" pero a la italiana, pretenden cogerle y retenerle la mano a Ruth Underwood cuando pasa.
El contrato de Frank Zappa no debe hablar de paredes de terciopelo, sofás de cuero, espejos amplios ni piscinas climatizadas. El vestuario —no podemos hablar de camerino— es de los más destartalado. Una sala enorme, con trastos por los lados y una mesa vieja al fondo, sobre la cual Zappa se sienta en forma un tanto de "yoga". El mánager —esa cara, esa cara— y el promotor sueco me han hecho pasar y Zappa sigue poniendo el mismo rostro introvertido. Ya no es problema de nervios para el concierto. Es que es así.
VIBRACIONES —¿Por qué tantos cambios en The Mothers a lo largo de nueve años?
ZAPPA —Esto es una cuestión bastante larga de explicar y bastante complicada de razonar. The Mothers han cambiado diez veces de formación a lo largo de este tiempo. Pero no siempre he provocado yo el cambio, ha habido muchos músicos que se han ido por su voluntad. Es que nuestra música es muy cambiante, y debemos adaptarnos a nuestras composiciones.
VIBRACIONES —¿Quizá su intención sea la de cambiar los músicos una vez hayan ofrecido todo lo que tienen?
ZAPPA —No, no. Cuando un músico llega sabe perfectamente lo que hacemos y muchos reconocen que se han marchado sabiendo mucho más.
VIBRACIONES —Hubo un momento en que usted disolvió The Mothers. Decidió seguir solo, ¿por qué?
ZAPPA —Los disolví porque no veíamos posibilidades económicas de continuar en marcha. Eran demasiados gastos. Piense que muchos tienen familia y no era posible que todos nos mantuviéramos con lo que se ganaba. Además, tampoco acabábamos de encontrar el desarrollo musical que yo quería. Todos lo comprendimos así y decidimos caminar cada cual por su lado.
VIBRACIONES —¿Y la experiencia de Grand Wazoo? Creo que agrupó entonces bajo ese nombre y para ese long play un montón de músicos...
ZAPPA —¡Ufff! Aquello fue un fracaso. Perdí una verdadera fortuna.
VIBRACIONES —Era la época en que iba usted solo...
ZAPPA —No, era la época en que iba en una silla de ruedas. Me había partido una pierna en una caída durante la actuación.
VIBRACIONES —Zappa, ¿no será que tanto le da ir solo que con the Mothers?, ¿no será que, en definitiva, los Mothers son usted y que el resto son meros ejecutantes de su música?
ZAPPA —No, yo no soy The Mothers. En todo caso soy la concepción de The Mothers. Mi idea consiste en reunir a unos músicos determinados para crear una música determinada. Los Mothers son eso: músicos con una determinada actitud. La actitud en nosotros es fundamental. Por eso pueden hacer la música ésta.
VIBRACIONES —Pues hablando de actitud determinada se me ocurre que uno de sus ex Mothers, concretamente Jean Luc Ponty debe de haber cambiado muchísimo la actitud. Porque de la provocación de Zappa ha pasado al misticismo de McLaughlin. ¿Entiende que un Mother pueda vincularse a este misticismo?
ZAPPA —No sé... Francamente, no sé hasta qué punto Ponty puede integrarse en el espíritu de la Mahavishnu. Probablemente esté allí sólo para ganarse la vida.
VIBRACIONES —A pesar de su aureola de provocación, la mucha experiencia que posee dentro del "show-biz", el hecho de haber creado sellos discográficos ha hecho que algunos le acusen de pactismo con el sistema...
ZAPPA —La manera en que he llevado mis cosas creo que es la correcta. Porque para seguir tocando el tipo de música que uno gusta de tocar hay que tener muy en cuenta el dinero. Sobre todo si quieres dedicarte en cuerpo y alma a ello. Uno interpreta y alguien le está pagando para hacer música, para evitar que acabe trabajando en una gasolinera. Hay que hacer esto pero, además, hay que ganarse la vida. Y si la gente paga por verte actuar alguien tiene que llevarse ese dinero. Y le aseguro que si no vigilas no eres tú quien se lo lleva... Yo soy de los que vigilan.
VIBRACIONES —Pero... el estar tan metido dentro del "show-biz", ¿no le habrá cambiado la manera de pensar?
ZAPPA —No. Ni mucho menos.
VIBRACIONES —En muchas ocasiones ha hablado usted de la toma del poder por parte de los jóvenes. ¿Cree que actualmente existe una generación políticamente sensibilizada?
ZAPPA —¿En América?
VIBRACIONES —Y en Europa. En todo el mundo.
ZAPPA —No conozco Europa, no conozco su país. Solamente conozco el mío y puedo decirle que una generación políticamente sensibilizada como tal jamás ha existido.
VIBRACIONES —Pero, Zappa, ¿el rock puede cambiar algo?
ZAPPA —Sí. Naturalmente. Nuestra música puede influir en que la gente sea consecuente con su línea de conducta, en que la gente rompa el tabú físico y en que la gente cambie de actitud sexual. Esto ha quedado plenamente demostrado a través de lo ocurrido en los años sesenta.
VIBRACIONES —¿No estaremos fabricando los jóvenes una parcela de mundo a nuestra medida en la que más o menos resolvamos individualmente nuestras frustraciones, pero a nivel de parcela, mientras que el poder sigue estando en manos de los de siempre? (Le repito la pregunta varias veces y Zappa dice que no la comprende. Por la cara que pone cuando toco temas no musicales decido disimular cortésmente como si aquí no hubiera pasado nada.)
—De nuevo en Europa. Acaba usted de finalizar su primera actuación de la gira. ¿Qué opina de ella?
ZAPPA —Era bonito. Ha estado bien, ¿no?
VIBRACIONES —No sé, usted sabrá si esperaba lo que ha encontrado...
ZAPPA —No sé qué se puede esperar de un público que no comprende lo que estoy cantando. Si cuentas algo divertido ante un público de habla inglesa, se ríen. Pero es difícil pasárselo bien cuando los que te escuchan no entienden inglés.
VIBRACIONES —Pero se puede establecer una comunicación a través de la música.
ZAPPA —No, en mi caso no. Yo necesito de las letras, si no tengo un problema total de comunicación. O pasa lo de hoy, que al final acaba siendo un concierto por señas.
VIBRACIONES —¿No sería mucho mejor utilizar los servicios de un traductor?
ZAPPA —Sería muy difícil que alguien lo tradujera porque muchas cosas las vamos improvisando sobre la marcha. Resultaría muy frío... y quizás en algunos sitios causaríamos más de un infarto a los censores.
VIBRACIONES —Uno de los motivos centrales de su obra ha sido el sexo. Usted ha compuesto muchos temas sobre el comportamiento sexual de la gente, sobre su frustración, etc. Acentuando el interés sobre una necesidad básica, ¿no evitará que la gente se enrolle en otras cosas superiores?
ZAPPA —No creo. Es que yo escribo sobre el sexo porque es una de las cosas que más me interesan y que creo que nos condicionan más profundamente...
VIBRACIONES —...Y porque se trata de un tema que incordia mucho más que otros...
ZAPPA —Sí.
VIBRACIONES —¿Es la, entonces, la provocación su único motivo?
ZAPPA —Mire, yo no escribo para los que después a rasgarse las vestiduras. Escribo y canto para los que les interesan los temas que desarrollo.
VIBRACIONES —En eso del incordio al sistema, quién cree que molesta más, ¿Frank Zappa o Bob Dylan?
ZAPPA —Depende. Hay gente a la que Dylan molesta más que yo y otra gente que le sucede a la inversa. Aunque yo, probablemente, soy más repulsivo que Dylan.
VIBRACIONES —Finalmente —le pongo en sobreaviso antes de que tuerza el geste de nuevo ante la pregunta, cosa que no consigo evitar— usted directa o indirectamente se ha metido mucho con Nixon. ¿Tras su caída se ha arreglado todo?
ZAPPA —Mire... Pienso simplemente que se han sustituido una serie de problemas por otra serie de problemas.
Se acabó. El gong del fin del último asalto suena en mi cabeza. Nos damos la mano. Desmonta su postura de yoga. Desconecto el magnetófono. Es la una de la madrugada y mañana a las seis de la mañana Zappa y su troupe parte hacia otro concierto en Italia. El mánager me acompaña hasta los coches... ¡El mánager! Por fin situé su rostro. Es la figura que emerge, rompiendo el suelo, en la compleja contraportada del álbum "Over-Nite Sensation". ¡Qué peso me he quitado de encima!
Gracias muchas —gracias todas— a Gay Mercader, promotor del concierto de Frank Zappa en Barcelona el 4 de octubre, por haberme allanado absolutamente el camino que va desde la redacción hasta el vestuario de Zappa. Su lámpara de Aladino me lo ha hecho todo así de fácil. Y para colmo de bienes ha sido precisamente Gay el que me ha hecho darme cuenta de que el señor de la portada era el mánager que tanto me obsesionaba. Más gracias todavía.
donlope@gmail.com