Fernando Mir
Ajoblanco nº 2, diciembre de 1974, p. 26
A las doce y media salía del despacho de Hispavox un autocar convenientemente decorado con carteles de Frank Zappa con destino al aeropuerto. Mientras, el concierto de la noche tenía su supense, puesto que los camiones que transportaban los instrumentos del grupo tenían problemas para atravesar la frontera de la Jonquera.
A las dos de la tarde aparece un canotier debajo del cual se descubren las melenas, el bigote y el sub-bigote de Frank Zappa. Canotier, llamativa camisa floreada, jeans y su cuidadosamente desgarbada figura. Al tiempo que él y su grupo, constituído por unas veinticinco personas entre músicos (Mothers of Invention), técnicos, administrativos y algunas mujeres, cumplían los requisitos de la aduana, llegó la noticia de que los camiones estaban ya en camino hacia Barcelona.
Apenas traspasada la aduana, Zappa empezó su show avanzando hacia la cámara de televisión que allí le esperaba, como si tratara de comérsela. Luego la tomó con una niña repipi con la que posó para los fotógrafos. Finalmente, cuando llegó al Dodge negro que le transportaría al hotel, el chófer se apresuró a abrirle la puerta, pero con gran sorpresa de éste, el inefable Zappa prefirió abrir el portaequipajes e introducirse dentro.
El resto del equipo se trasladó en el autocar que la casa de discos había fletado a tal efecto. Ya en el interior del mismo, pude comprobar entre bromas, chistes, risas y tacos en americano, que no estaban demasiado cansados, pese a los treinta días de gira y a las diecinueve actuaciones que hasta el momento llevaban.
Sobre las cuatro de la tarde, después de haber comido, se personó Zappa en una sala del hotel (Manila) en la que debía celebrarse una rueda de prensa. Y digo debía celebrarse porque "aquello" me pareció todo menos una rueda de prensa. Más bien fue una charlotada. Los representantes de la prensa no eran demasiados: unas seis o siete revistas especializadas, una radio y el equipo de Mundo Pop presidido por Moncho Alpuente. Eran pocos pero se bastaron para ayudar a mantener el tono de pitorreo que se descubría a cada instante en los ojos de Frank Zappa. Unos se dedicaron a lucirse delante de sus compañeros, otros a ganar a Zappa en una especie de enfrentamiento que él rehuía, y los menos a enterarse de algo. Sin embargo, ninguno de ellos logró su objetivo: los primeros quedaron en ridículo; los segundos fueron hábilmente driblados, y los terceros, los menos desafortunados, se tuvieron que conformar con las ocurrencias del genio. Estas fueron algunas de las preguntas y respuestas:
(periodista) — Es Vd. un mito?
(Zappa) — Yo no soy un mito, soy una leyenda.
(P) — Ha influído Vd. en algún conjunto con su música?
(Contesta Zappa con toda la seriedad que su cara le permite) — Sí, desde luego, Beatles, Rollings, Alice Cooper, Jefferson Airplane, etc..., todos los conjuntos están influenciados por mi música.
(P) — Qué significa para Vd. éxito?
(Z) — Que en un hotel no se puede dormir y que hay que venir a ruedas de prensa como ésta.
(y sigue Zappa) — ...es que yo soy muy humanitario.
(P) — Por qué dice que es Vd. muy humanitario?
(Z) — Porque quería tomarle el pelo.
(en otro momento, Zappa quiso piropear a los chicos de la Prensa)
— No hay que creer nunca a la prensa.
Tras "aquello", cada cual fue a lo suyo. Los técnicos, a Badalona para preparar los instrumentos; los organizadores a ultimar detalles; y los músicos, unos a descansar y otros a comprar botas y objetos de piel por las Ramblas.
El concierto se retrasó un cuarto de hora debido a los imponderables. ¿Qué tipo de imponderables se pueden dar cita en estos conciertos? Por ejemplo, que Zappa se emperre en afirmar que una madera del escenario se mueve; que quieran un pastel de nata antes de empezar a tocar, o que les parezca que la gente está demasiado cerca. Todos estos detalles y algunos más fueron sucediéndose, con las amenazas clásicas del niño consentido: "si no, no tocamos". Total que se arregló la madera del escenario, se fue corriendo a comprar un pastel de nata, se pidió a la gente que se echara un poco más hacia atrás, y hasta por un rato se consiguió, y no se les sacó brillo a los zapatos porque no lo pidieron.
El aforo del Palacio del Juventud de Badalona estaba casi cubierto. Resulta curioso, pues puedo asegurar que no se vendieron más de 4.100 entradas. Esto mismo debió pensar el contable del equipo de Zappa, ya que se pasó todo el concierto revisando números con los organizadores. (Aprovecho para decirles una vez más que lamento que se perdieran el show). La única explicación posible reside en el elevado número de "colados". Estos aprovecharon principalmente el momento de abrirse las puertas, con rotura de cristal incluída, para emprender veloz carrera ante la impotencia de los porteros. Presencié otros sistemas mucho más elaborados, pero no quiero divulgarlos por aquello de respetar los derechos de autor.
Ante el concierto se presentaba la perspectiva de una cruenta batalla entre los representantes de la revista Extra y los de Vibraciones. Los organizadores concedieron permiso a ambas revistas para vender dentro del recinto, pero sucedió que el grupo de Moya-Angeler, con él mismo al frente, se presentó sobre las ocho de la tarde, con lo que tuvo tiempo suficiente para empapelar materialmente el local con posters de Extra, mientras los de Vibraciones, con Picarol al frente, llegaron poco antes de que empezara el concierto. No obstante, Angel Casas, el director de Vibraciones, rebosaba alegría por la muy buena acogida de su primer número.
Un detalle del gran Zappa: permitió que tanto la televisión como los fotógrafos trabajaran durante la interpretación de su primera pieza. ¡Todo un detalle!
No voy a comentar sobre la música, porque debo reconocer que no entiendo tanto como para hacerlo, pero así y todo pude observar que la gente vibró a intervalos y que incluso pidió otra canción más, una vez acabada la actuación, un poco por rutina y otro poco por espíritu catalán (con perdón). Tal vez no acabaron de entenderla. La música, en Zappa es importante, pero también lo es la letra, la increíble letra (¡Fido! ¡Ven aquí Fido! ¡Ven aquí pequeño perrito! —es un perro el que habla ahora— ARF, ARF, ARF, CRASH, CRUMBLE, CRUMBLE, etc...*), y el movimiento. Y desde luego una gran mayoría no entendió la letra, ni la música, ni los cachondeos que se montaban sobre el escenario, muchas veces como excelente excusa para tomar un respiro, a falta de intermedio. En este aspecto, a mí personalmente, lo que más me gustó fue que la gente llegara a seguir los compases de una música imaginaria que el grupo fingió tocar y el público creyó escuchar. Me pareció un experimento muy interesante; Zappa picó fuerte en el suelo con sus increíbles zapatos (haciendo saltar casi los claveles rojos que un espontáneo había lanzado), dando la entrada al resto de músicos y acto seguido, todos empezaron a NO tocar una música que estaba en la mente de cada uno, de todos y de nadie.
Para acabar citaré a los más perjudicados por el concierto: los propietarios del bar, que no hicieron ni una gorda, debido a que no hubo entreacto. Sin olvidar el colofón del show: se personó una ambulancia para llevarse a un chico algo afectado que, estirado en el suelo, iba repitiendo: "¡el fin del mundo! ¡Ha nacido un niño!" Tal vez estuviera asociando su despiste mental con el nombre del grupo (The Mothers of Invention).
— "No hay en el mundo mayor responsabilidad que la de ser madre"
Richard M. Nixon
— "Gracias"
Frank V. Zappa
— "BONA, NANO"
Fernando Mir C.
* de la canción "Stink-Foot" del disco "A'POS'TRO'PHE(!)".
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