En Caras conocidas y Nombres famosos también vinieron Manolo el Malagueño, Enrique Montoya y Emilio el Moro. Enrique Montoya, un grandísimo artista, un gran padre de familia, que nada más que pensaba en los suyos, en mandar dinero para Utrera. Enrique Montoya era también autor de muchas de sus propias canciones, como yo. Había barrido con un éxito, Esperanza, aquello de:
Esperanza, Esperanza.
Tú no sabes bailar cha, cha, chá.
Montoya había cogido un filón que entonces intentaron muchos con más o menos éxito, que fue acercar el flamenco a todos aquellos nuevos ritmos que empezaban a gustar, estamos hablando de una España donde triunfan el bayón de Ana, aquello de la película Arroz Amargo de Silvana Mangano, lo de ya viene el negro zumbón, y donde empiezan Luisa Linares y Los Galindos a poner las cosas modernas de moda, como A lo loco. Enrique Montoya cogió este filón y acertó completamente con el disco de Esperanza, que sonaba en todas partes.
Y a Emilio el Moro también lo llevaba. Se llamaba Emilio Jiménez Gallego y era de Melilla. Él quiso empezar como cantaor. Muchísimos años antes de que lo contratara, vino a que le hiciera una prueba al teatro Cómico de Madrid, cuando yo estaba haciendo Los niños del jazminero del Pastor Poeta, por si lo metía en la compañía. Emilio vivía entonces en Melilla, y se ganaba la vida como pintor de brocha gorda. Había ganado allí unos cuantos concursos de cante flamenco. Cantaba entonces por Valderrama, hacía mis cosas. El Niño Ricardo le hizo una prueba y, como Ricardo era como era, le dijo:
—Mira, tú cantando por Valderrama no vas a ser nada nunca. Olvídate de Valderrama e inventa otra cosa porque así no vas a vivir del cante.
Y le hizo caso al Niño Ricardo, porque al cabo del tiempo, en 1952, me lo encontré en el Circo Price de Madrid, contratado por Carcellé con Gloria Romero. Salía con un fez, un gorro colorado de los moros, y con una chilaba, sus babuchas, una barba postiza y su guitarra. Y ya no era Emilio Jiménez, sino que era anunciado como el Moro de Melilla, lo de Emilio el Moro sería luego. Pero ya no cantaba por Valderrama, sino que se dedicaba a hacer parodias de todos los cantaores y de todas las canciones de éxito, fueran flamencas o no. Él mismo se escribía estas parodias. Cogía la letra de un cante o de una canción y le daba la vuelta humorísticamente, a veces con cosas completamente absurdas y sin sentido, como las de Carlos Franco, pero con mucha gracia. Lo hacía de manera que se reconocía siempre la canción original, fuera de Juanita Reina, de Concha Piquer o de Lola Flores, aunque le cambiara la letra con golpes muy buenos. De sal gorda siempre, y siempre del hambre, de las ganas de comer, que yo me comía esto y me comía lo otro, pero con mucha gracia. Y con muchas facultades en la voz, la atiplaba queriendo con unos agudos que llegaba con ellos hasta allí arriba, como la sirena de una fábrica, y haciendo unos cambios prodigiosas. Él por ejemplo cogía Los campanilleros de la Niña de la Puebla, le cambiaba la letra y hacía una parodia que era de tirarse:
En los pueblos
en los pueblos de la Alejandría
los moros enanos por la madrugá
me despiertan tirando petardos
que están celebrando lo del Ramadán,
y empiezo a gritar,
y les digo a los moros enanos
con tantos bombazos me vais a matar.
Pajarillos,
pajarillos no queda ni uno
por las explosiones que pegan allí,
que hay jilgueros que se recorrieron
del mismo Damasco hasta Puente Genil.
Toas las flores,
de las flores no queda ni una,
no tiene los parques rosas ni verdor,
y a una novia que quiso casarse
le hicieron el ramo de una coliflor,
y empezó a llorar,
y al sentirla un pobre pajarillo
le dijo a la novia: “No te pues quejar,
que la coliflor
era hermana de la otra que había
en to Alejandría y me la comí yo”.
Emilio hacía parodias de las cosas de la Niña de la Puebla, de Concha Piquer, de Marchena, de Machín, de los cantantes modernos, de todo el mundo, de todo lo famoso, hasta del María Manuela, ¿me escuchas? y del Toíto te lo consiento de Pepe Pinto. Y de mis canciones también las hacía, lo que ocurría que ésas las cantaba cuando iba contratado por otros, conmigo naturalmente tenía la delicadeza de no hacerlas. Por supuesto que a El emigrante le había dado la vuelta. Con la música de El Emigrante cantaba aquello de:
Adiós, Melilla quería,
dentro la chilaba
te llevo metía,
y aunque soy un amargante
jamón en la vía
no puedo comprarte.
cuando salí de Marruecos
volví la cara riendo
porque pasé la aduana
con mil cajas de mecheros.
Llevaba por compañera
mis cuerdas y mi guitarra
y una esperanza muy grande
de vivir siempre en España.
Pero en mi espectáculo todo lo más que se atrevía era a decir:
—Voy a cantar unas alegrías de Juanito Súbete a la Rama.
Y se ponía:
Yo te tengo que querer
y aunque tu madre no quiera,
yo te tengo que querer,
si hay que ponerle un petardo
yo mismo se lo pondré.
Cada vez que te veo lloro
por la mañana temprano,
cada vez que te veo lloro,
porque eres tan bonita
que eres una bizca soplando globos.
Las campanas de Cádiz
las han puesto nuevas,
porque las que habían eran sordas,
y ya no suenan,
y ya no suenan, niña,
porque estás hermosa,
pero bamba la bala
con gaseosa.
Y al mismo Enrique Montoya, que venía en aquél espectáculo, tenía la poca vergüenza de hacerle parodias. Le hacía una parodia de Esperanza y le hacía una versión muy graciosa de una cosa muy famosa de Enrique, La feria de Granada:
Ponte el pañuelito blanco
y tus medias colorás,
que te voy a llevá a empujones
desde Córdoba a Graná.
Híncate bien la peineta
y sácate la rebaná,
pa que vea tu familia
lo preciosa que tú vas.
Y en esta noche sin luna,
y a la luz de una cerilla,
nadie vera los churretes
que tienes en las rodillas.
Y a la orillita del río,
mientras te vas remojando,
te pondré sobre tu pelo
cuatro ranas y cinco sapos.
Y mi camello moruno
va loquito de alegría,
porque lleva en su joroba
a la bizca de mi tía.
EMILIO EL MORO. Emilio Jiménez Gallego. Melilla 1924-Alcoy (Alicante), 1987. Cantaor cómico-flamenco y autor de parodias humorísticas de estilos de cantes y canciones. En Melilla se presentó por primera vez ante el público cuando tenía quince años. El éxito fue rotundo y efímero: ganó consecutivamente siete concursos de cante flamenco, pero no pudo llegar a consolidarse como cantaor serio, por lo que decidió buscarse un sitio como cómico. Al comprobar el éxito que tuvo cierto día cantando flamenco por el estilo árabe y medio en broma, decidió hacerse cómico-flamenco. Montó una parodia de La niña de fuego que tituló La niña de la candela y continuó ya por ese camino: tomaba las colas que triunfaban en las voces de Juanita Reina, Conchita Piquer, Juanito Valderrama o Lola Flores e iba alterando la letra haciéndola a la vez reconocible en sus rasgos generales y desternillante por los cambios que introducía. Se presentaba inicialmente como El Moro de Melilla, pasando después a usar el nombre artístico de Emilio el Moro. En 1949 se presentó en el Circo Price de Madrid con su chilaba, su turbante, sus babuchas y su barba, obteniendo un extraordinario éxito que repercutió en toda España. Se anunciaba con la frase «El cantaor de las siete voces». A partir de 1952 figuró en las más importantes compañías flamencas y de variedades. Encabezó el cartel de Nuevas estrellas junto a Marisol Reyes y luego fue cabecera de cartel en Tambores Sobre América, con Tomás de Antequera y Amalia Molina. Hizo parodias de populares canciones, como Esperanza, El toro y la luna, Billetes verdes, El primer bautizo, El porompompero, Yo soy un hombre del campo, etc. En 1958 protagonizaba en el teatro Calderón de Barcelona El Congreso del Humor que le tenía como máxima figura. En 1959 hace una gira con compañía propia, con El último tupé, parodia de El último cuplé de Sara Montiel. Y en 1960 es contratado por Juanito Valderrama para su espectáculo. Posteriormente, cuando el flamenco decae ante el empuje de la nueva música pop anglosajona y los conjuntos italianos, pasó a hacer parodias de las canciones extranjeras, que presentaba en espectáculos como Olé con olé o Señorío, de Quintero, León y Quiroga, en la compañía de Juanita Reina. Presentó luego, con Enrique Montoya, Flamenco, verano y olé, pasando luego con la Niña de la Puebla a la gira de Así canta Andalucía, así como a otros espectáculos con figuras como Manolo el Malagueño, Marchena o el Príncipe Gitano. Murió de forma trágica, abrasado en una explosión de gas en su casa.
Gracias especiales a Vicente Baños Galindo por el artículo.