(Ricardo Perpén/Miguel Bañón)
Verónica, qué tal estás, por mi parte no me va tan mal. Abandoné la gran ciudad y en el pueblo vuelvo a respirar. Vivo sin preocupación, no echo de menos nada aquí, pero sufro una aflicción porque no te tengo a ti. Verónica, si tú no estás sabes que no puedo ni pensar. Escribo esta carta sin saber si al final te llegará, pues no tengo tu e-mail ni tu dirección postal. Verónica, si tú no estás sabes que no puedo ni pensar, tú sabes que así no puedo ni pensar, no puedo pensar en nada más.