Los Marañones: Ayora, 8 de agosto de 1998

Justo en mitad de las vacaciones suena el teléfono. Es Mariano, nuestro manager. ¿Qué pasa con el rollito? Nada, por aquí, pasando calor. ¿Qué hacéis el sábado? ¿Pasado mañana? Sí. Se nos ha caído el Niño Gusano en Ayora y tenéis que tocar vosotros. ¿Qué? Pero si Joaquín está en la playa ilocalizable y Miguel en la Puebla sin teléfono. ¿Cómo vamos? ¿Se vienen Juanfra o Rafa? No. Están en Benicásim, y yo también me voy para allá. ¿Pero no va a haber nadie de la oficina en Ayora? Sí, Paco, pero sólo un rato, luego se va a Benicásim. Es decir, que no lo vamos a ver. Sí, sí, va a estar allí y luego se irá a Benicásim, seguro que lo pilláis. ¿Y por qué no nos vamos todos a Benicásim? 

Por improbable que parezca conseguimos localizar a Miguel y a Joaquín a última hora. Y nos vamos para Ayora. Con Turbina y su novia, que lleva unas cuantas empanadillas que nos vendrían muy bien más tarde. 

Esta vez me he traído yo un mapa, pero la ruta es muy fácil. Y rápida. Llegamos a Ayora, provincia de Valencia, en un momento. Allí están los Reincidentes a punto de empezar a probar sonido. Paco, efectivamente, se ha ido ya. ¿Con quién tenemos que hablar? (Lo que en lenguaje técnico significa, ¿quién nos da la pasta?). Paco me ha dejado de encargado a mí. Ah, vale. Ahora hablamos. Alguien pregunta: ¿cuándo llega el cattering? Dicen que a las once. Pues en el contrato pone que hay cattering. Pues si no hay, no tocamos y me voy a estrenar mi equipo nuevo de buceo. 

Nosotros nos vamos discretamente a hacer nuestra prueba de sonido. Cuando acabamos vamos a buscar al tipo con el que teníamos que hablar, pero ya no está. No hay nadie. Y el presupuesto de salida se nos ha acabado ya. Rascada de bolsillos y, ¿qué hacemos? ¡Las empanadillas! 

Intentamos tomar café en un bar al lado de los Patios de las Escuelas (que es donde es el concierto), pero es imposible, está lleno de críos borrachos dando el follón y los camareros tienen el poder de mirar a través nuestro sin vernos. Nos vamos al bar de enfrente y, milagro, está vacío y los camareros son muy amables y simpáticos. Tienen la tele puesta y mientras nos tomamos en café vemos unas magníficas actuaciones de Georgie Dann y de Sabrina, parece que desde el Palangre (Palenque, en realidad, el otro es el nombre familiar que le damos nosotros) de la Expo de Sevilla. 

Volvemos al camerino. Hablamos con el que teníamos que hablar. Y además ya ha llegado el cattering. Cattering de nuevo. Catherine Deneuve. Perdón, ¿qué estaba diciendo? 

Empieza el concierto. Resulta que no sólo estamos sustituyendo a El Niño Gusano, sino que El Niño Gusano estaba sustituyendo a Mercromina. De todas formas la gente estuvo muy bien. No se les notaba nada que les habían cambiado el grupo tres veces en una semana. Estaban allí para pasarlo bien y estuvieron muy pendientes de lo que tocábamos. Se subieron unos al escenario con una bandera anarquista gigante, pero no se tiraron ni nada. Gracias, gracias. Luego tocaron los Reincidentes, que eran los únicos fijos en el cartel. Ahí sí que empezó la gente a tirarse del escenario. Zapata vive, vive, la lucha sigue, sigue. Y se acabó. 

Desmontamos el equipo, cargamos la furgoneta y nos volvemos a casa directamente sin pasar por la casilla de salida. Antes de salir alguien oyó a alguien decir: "Otro bolo para olvidar" (¿qué actitud es esa? Si no te gusta, dedícate a otra cosa), lo que relacionado con lo del equipo de buceo se convirtió en un nuevo tema recurrente para futuros conciertos. Continuará...

Román.
Los Marañones